Los damnificados por el ‘nuevo’ Park Güell (y II)

Si la primera parte de este artículo -publicado en el número 161 de Carrer– hacía referencia a la brecha digital que el Ayuntamiento de Ada Colau ha generado al implantar un nuevo sistema de acceso al Park Güell para los ciudadanos de Barcelona -excepto aquellos que viven en barrios que el Consistorio considera colindantes al parque-, esta segunda parte aborda los trastornos que la nueva forma de acceso ha traído al barrio de la Salut, donde se sitúa la entrada principal -calle Larrard, Olot, Sant Josep de la Muntanya, Rambla Mercedes, etc.-. Una zona que, si bien antaño ya recibía cierto flujo de turistas, ve cómo esa afluencia se ha vuelto poco menos que insoportable desde que se ha implantado el nuevo sistema.

Incumplimiento de horarios

Sabemos por el primer artículo que los turistas -vengan de Suecia o de Soria- deben, a diferencia del ciudadano empadronado en Barcelona, pagar una entrada para acceder. Y aquí es donde Joan Miquel Vilagelada, miembro de la asociación vecinal Park Güell-la Salut-Sanllehy, denuncia lo que considera “el gran incumplimiento que se da en la actualidad en el Park Güell”: que no se respetan las franjas horarias. “Hoy en día”, explica, “un turista observa que la venta online de entradas está completa por la mañana, pero que a las cinco de la tarde hay disponibilidad. Y compra una. Pero, como le va mejor ir por la mañana, se presenta a las diez en la entrada, que nadie le impedirá acceder”. La picaresca se extiende a la venta física de entradas, que, según el activista vecinal, supone al menos la mitad del total.

“¿Qué consecuencias trae todo esto?”, se pregunta Vilagelada. “Pues que los turistas se concentran en las horas centrales del día, dando lugar a una afluencia enorme, masiva. Aquello está a tope”, agrega. Tal vez sea por ello que, mientras el Ayuntamiento jura y perjura que el nuevo sistema ha conseguido reducir el número de turistas en la zona, la sensación es justamente la contraria. “Entre las doce y las cuatro o cinco de la tarde es insufrible”, confirma Cesca Sancho, vicepresidenta de la asociación: “En la calle Olot [donde está situada la entrada principal del parque], una vecina ha llegado a documentar con fotos cómo durante cinco o seis horas la calle entera está abarrotada de gente haciendo cola para entrar”. Ante este grave problema, Vilagelada es contundente: “La entrada al parque debe ser estrictamente gestionada online y respetando las franjas horarias, como pasa en la Sagrada Familia”.

Taxis y ‘souvenirs’, la nueva plaga

El listado de agravios no se detiene ahí. El activista vecinal argumenta que “todo barrio necesita servicios de barrio: su farmacia, su carnicería, su mercado… Es decir, lo que comúnmente se denomina comercio de proximidad. Y el Ayuntamiento ha concedido licencias para “temas que no son de beneficio para la zona: souvenirs, etc. Además, las tiendas que se dedican a ello están en manos de verdaderas mafias, ya que están controladas por los mismos dueños”, afirma. La proliferación de este tipo de establecimientos ha acabado, en su opinión, con el comercio de proximidad, de tal manera que, “para cualquier cosa que tengas que comprar, debes salir fuera del barrio”. Un fenómeno casi consustancial al turismo masivo y ante el que el Consistorio alegó -relata Cesca Sancho- “que no podía hacer nada, puesto que no se pueden poner cortapisas a la iniciativa privada”. Cierto, nada puede impedir que alguien compre las tiendas de toda la vida y las convierta en tiendas de souvernirs: es el capitalismo. “En efecto”, objeta Vilagelada, “pero puede no dar la autorización para que un comercio se convierta en tienda de souvenirs”.

La otra gran afrenta que sufren los vecinos tiene como emblema los colores negro y amarillo y se llama taxi. “Es un escándalo y uno de los problemas que más molesta a los vecinos en la actualidad”, denuncia el activista. “Nuestro barrio, la Salut, son cuatro calles, un verdadero cul-de-sac. Y resulta que el 95% del tráfico son taxis”. “Además”, continúa, “existe una parada junto al Park Güell donde los conductores son protagonistas de todo tipo de actos incívicos: como en la parada solo hay ocho plazas, aprovechan cualquier resquicio para aparcar -vados, etc.- y se detienen para hacer descender al pasaje en sitios inapropiados, provocando un colapso monumental y permanente”. “Por ello”, concluye, “exigimos al Ayuntamiento que quite la parada y la traslade a otro lugar. Pero no se atreve: tiene miedo al poderoso gremio del taxi”. Y Cesca Sancho estalla: “¡Los vecinos están hasta el gorro!”.

Leed también el artículo “Los damnificados por el ‘nuevo’ Park Güell (I)”.

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