Dani Pardo (ABDT): “El turismo por sí solo no se carga las cosas”

Alto y enjuto, de ojos pequeños e intensos, Dani Pardo habla con una seguridad apabullante, al menos sobre el tema que nos ocupa. Me cita en un bar oscuro, de mesas adosadas a la pared y asientos de escay, situado al borde mismo de la plaza de Sant Pere. El barrio tiene una atmósfera alternativa en la que Daniel, por ética y estética, encaja a la perfección. Y así, entre cerveza y cerveza, disecciona en canal un fenómeno que en su opinión amenaza a Barcelona: el turismo. Pardo es miembro de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT), que reúne a diferentes colectivos, plataformas vecinales y entidades de Barcelona, que suelen trabajar temas más genéricos, pero que se coordinan en la ABDT para abordar todo aquello relacionado con la desturistificación de la ciudad y su economía.

¿El turismo masivo destruye una forma de vida, una cultura?
Sí, pero no de una manera aislada. Es una parte muy representativa, y muy llamativa a la vez, de una forma de capitalismo moderno. Vamos, que no viene el turismo de masas y se carga él solo las cosas, sino que hay todo un sistema socioeconómico que fomenta el individualismo, el consumismo, etc., del cual este tipo de turismo es un representante muy claro. Dicho en otras palabras: ¿La actividad turística destroza un lugar? Sí. ¿Destroza la vida comunitaria? Sí. ¿Destroza vidas individuales? Sí. Pero no es el único actor, sino una parte más de un sistema económico que yo calificaría de psicópata, que destroza ecosistemas y vidas individuales.

En un artículo publicado el pasado 1 de mayo en El País, el socialista Jaume Collboni, primer teniente de alcalde, declaraba: “150.000 personas viven de la industria turística y queremos que puedan continuar haciéndolo”. Pero ustedes en sus siglas llevan la palabra decrecimiento. Con la cantidad de personas que emplea el sector y la crisis que está cayendo, ¿de verdad se puede hacer decrecer uno de los motores de la economía? ¿Qué alternativa se les da a los trabajadores?
Lo primero que hay que decir es que el verdadero drama es que haya tanta gente trabajando en el turismo, que es el sector que peor paga: quien trabaja en comercio, hostelería y restauración cobra de media la mitad de la media general salarial en la ciudad, según estadísticas del propio Ayuntamiento del año 2016. Es evidente que en Barcelona ha habido un proceso de desindustrialización y que se optó por una salida fácil: promover de diversas maneras -cesión de terrenos públicos, etc.- la entrada de capitales turísticos. Se inicia entonces un proceso de turistización de Barcelona y de su economía. Es decir: especializar a la ciudad en un sector de salarios bajos, de alta flexibilidad laboral, de mucho trabajo sin contrato, de mucho trabajo en negro. Y el señor Collboni va y nos dice que tenemos que estar contentos de que nos estén explotando y que tenemos que seguir impulsando eso. Esa es nuestra lectura.

No me ha contestado a la pregunta.
Nosotros efectivamente defendemos el decrecimiento turístico y la diversificación de la economía en otros sectores, pero no tenemos todas las respuestas. No soy capaz de dar ahora mismo un listado de los sectores concretos que hay que fomentar. Pero es evidente que: uno, esto no funciona socioeconómicamente; y dos: se está cargando la ciudad y el medio ambiente y está contribuyendo a la emergencia climática de forma brutal. Y quien tiene la capacidad de estudiar en qué sectores tendría que centrarse el músculo económico de la ciudad son precisamente las instituciones que nos están ignorando.

Del artículo parece deducirse que existen dos posiciones ante el fenómeno turístico: la de los Comunes y la del PSC. Así, el concejal de Ciutat Vella por BComú, Jordi Rabassa, afirma que “todos los turistas que vienen a Barcelona quieren visitar Ciutat Vella, lo que significa que tiene que haber menos turistas”. Y en cambio Collboni manifiesta: “No podemos caer ni en la turismofobia ni en el crecimiento sin control. Tiene que haber un punto intermedio”. ¿Con cuál de las dos se alinea la ABDT?
Desde luego con ninguna de ningún partido, que para eso tienen una línea propia bien marcada. Y, de hecho, arremeteré contra las dos: Rabassa puede tener unos postulados que, a priori, puedan parecer más afines a los nuestros, pero de poco sirve. De poco sirve que el responsable político de un gobierno de distrito diga cosas que nos puedan parecer más o menos bien, si luego eso no se traduce en políticas y hechos reales.

¿Quiere decir que Rabassa hace postureo, es decir, que dice cosas para quedar bien, pero que luego no pone en práctica?
Y que probablemente no puede poner en práctica desde el gobierno de distrito, porque los distritos tienen unas competencias muy limitadas. Pero desde luego podría hacer más de lo que está haciendo, eso sin ninguna duda.

Pero aunque su cargo tenga competencias limitadas, representa al partido que gobierna la ciudad. Por tanto, subiéndolo de nivel, ¿se le podría hacer el mismo reproche a Ada Colau? ¿Mantiene la alcaldesa en el tema turístico postulados que luego no se traducen en hechos?
Sí. Y peor aún: se traducen en hechos negativos. El gobierno Colau, en su primer mandato y sin el contrapeso evidente del PSC en el gobierno municipal, prometió maravillas y acabó acordando con el Puerto de Barcelona una ampliación de la terminal de cruceros. Por tanto, es evidente que no estuvo a la altura de las expectativas que había creado en cuanto a la gobernanza del turismo en la ciudad. Ello no desvirtúa, no obstante, alguna de sus políticas -el Plan de Alojamientos Turísticos u otras-, pero es evidente que sus promesas electorales se han quedado muy cortas. Y van quedándose cada vez más cortas: lo que al inicio del primer mandato era una postura bastante asumible e innovadora -aunque a nosotros se nos quedaba corta-, fue decayendo a lo largo de aquél. Y en el segundo mandato, directamente, le ha regalado este apartado al PSC.

¿Y qué me dice de Collboni?
Su postura es bastante más descarada, pues hablar de que no se puede caer en el crecimiento desmesurado cuando es el principal defensor político a nivel municipal y metropolitano de la ampliación del aeropuerto, una infraestructura que ni siquiera está cerca de su máxima capacidad -y mejor que no llegue a ella-, es hipocresía pura y dura.


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