La UB abandona durante treinta años el teatro de Llars Mundet

El teatro con mayor capacidad de Barcelona permanece cerrado, sin uso alguno y en condiciones de abandono total desde hace más de treinta años. Butacas y material han desaparecido o se amontonan por los rincones y, en el interior y el vestíbulo, murales de Guinovart languidecen entre el deterioro y la supervivencia. Esa sala de actos, también cine y teatro, fue durante mucho tiempo el lugar de encuentro de niños y niñas del internado y orfanato de Llars Mundet. Pertenece a la Diputación de Barcelona y en 1987 fue cedida en usufructo a la Universitat de Barcelona (UB). A partir de 1992 se cerraron sus puertas y comenzó el olvido.

Un conjunto asistencial modélico

La sala de actos forma parte del complejo construido en una finca de 30 hectáreas propiedad de la Diputación para sustituir a la Casa de la Caritat de la calle de Montnegre. Las obras comenzaron en 1954 y concluyeron tres años más tarde, tiempo récord impuesto por Artur Mundet y su esposa Anna Gironella, que aportaron cuarenta de los 175 millones de pesetas que costó el proyecto, sin duda el mejor conjunto asistencial de la época, obra del arquitecto Manuel Baldrich. Los pabellones de Mundet acogieron a 1.500 niños y niñas, 700 ancianos y un centenar de religiosos y personal de servicio. El recinto incluía todo lo preciso para la formación de los jóvenes, con instalaciones deportivas y culturales inéditas entonces en instituciones públicas, piscina descubierta de 33 metros con palanca y trampolín, campos de fútbol y atletismo y una sala de actos, con aforo de 1.200 plazas, patio de butacas escalonado, cabina de proyección cinematográfica, doble foso y una acústica de alta calidad que, poco antes de los Juegos Olímpicos, acogió grabaciones de Josep Carreras y Montserrat Caballé.

Hacia 1990 el funcionamiento y el sistema de enseñanza de Mundet habían cambiado por completo. En 1982 los Salesianos dejaron la institución, cinco años después les tocó el turno a las Hijas de la Caridad, desapareció el internado, los residentes se trasladaron a centros abiertos y la gestión de las instalaciones deportivas fue privatizada. La utilización de la sala de actos quedó reducida a las sesiones dominicales de cine para los ancianos, hasta que una inspección de Bomberos exigió medidas para actualizar su seguridad, que se limitaron a la retirada de cortinas y sillas y a arrinconar otros elementos. Tras los Juegos Olímpicos, la sala pasó a ser un espacio vacío, abandonado y sucio. Y así sigue.

Los convenios que a partir de 1987 firmaron Diputación y UB fueron, en teoría, modélicos en la protección del recinto de Mundet. Esos acuerdos obligan a la Universitat a conservar los edificios y aplicar un programa integral de mantenimiento por un periodo igual a la duración de los pactos, actualizado cada seis años. El cumplimiento de lo anterior debe ser verificado cada tres años por el servicio de Construcciones Civiles de la Diputación y su resultado puesto en conocimiento de los máximos responsables de las dos corporaciones. El coste de las obras corresponde a la UB, pero la Diputación puede actuar subsidiariamente si el mantenimiento no se lleva a cabo. La sala de actos merece un trato especial en los convenios, que siguen vigentes.

En el caso de que el recinto sea utilizado por la UB, y ese uso aportara beneficios, la Diputación debe percibir el 50% de los ingresos. Pero esa posibilidad no se ha dado porque la Universitat nunca usó ni alquiló la sala, y tampoco la restauró, y la Diputación ni exigió ni asumió las obras para frenar el progresivo deterioro del teatro, lo que permite deducir que el estado actual del que fuera modélico teatro de Mundet es el resultado del incumplimiento de los compromisos asumidos por las dos entidades.

Sin dinero y sin proyecto

Durante los últimos treinta años, la UB ha convertido el recinto de Mundet en la sede de sus facultades de Educación y Psicología, con unos 10.000 estudiantes que, al parecer, nunca han precisado de la desconocida sala de actos, tan próxima a sus aulas. Carrer no ha tenido fácil conseguir que la institución universitaria informara sobre el abandono de ese equipamiento. No se nos ha permitido acceder a la sala, ni fotografiar su estado, y recoger la opinión sobre el futuro del edificio ha exigido semanas de espera. Jordi Bosch, vicegerente de Proyectos Estratégicos de la UB, ha sido quien, finalmente, nos ha asegurado que esos 10.000 alumnos del campus de Mundet nunca han necesitado de una sala de grandes dimensiones. Bosch achaca a la falta de medios económicos el abandono del recinto y añade que son muchas las facultades que exigen inversiones y que los pocos fondos disponibles para infraestructuras “los destinamos a investigación”.

La Universitat no tiene un proyecto concreto para el edificio y es evidente que su pasado vinculado al cine o al teatro carece de alternativas válidas. El derribo total no parece una opción, pero sí destruir la estructura interior y aumentar la edificabilidad del solar, con una superficie próxima a los mil metros cuadrados. El vicegerente considera que el recinto podría acoger instalaciones de un departamento de psicología y neurociencia, “un proyecto potente y ambicioso”, pero, al parecer, un sueño anclado en los buenos deseos porque, de momento, no hay proyecto arquitectónico o de uso y, lo que es peor, tampoco presupuesto o financiación asegurada a pesar de que, según Bosch, “buscamos fondos estatales y de la Generalitat”.

Jordi Pericàs, coordinador de Servicios Generales de la Diputación, justifica el abandono y la degradación de la sala de Mundet con dos motivos: la inexistencia de un uso alternativo válido y la exigencia económica o política de dar prioridad a otras inversiones consideradas más necesarias por la entidad porque, añade, “nuestra responsabilidad es ayudar a los ayuntamientos”. En 1996, la Diputación realizó un estudio para instalar un centro de convenciones, descartado ante la aparición de proyectos similares en la ciudad. También fracasaron diversos contactos con el Ayuntamiento de Barcelona. Los convenios firmados y renovados permitían a la Diputación intervenir en la conservación de un edificio de Mundet degradado a lo largo de 33 años, ¿por qué no se hizo? Pericàs considera que nada se ha podido exigir a la UB “porque carece de medios económicos para asumir esos trabajos”, y la Diputación, por su parte, actúa con “discrecionalidad política para decidir si las inversiones son necesarias y prioritarias”. Y, al parecer, el viejo anfiteatro nunca ha gozado de esas características.

¿Qué futuro le espera a la antigua sala de Mundet si se mantienen la falta de medios de la Universitat de Barcelona y la discrecionalidad política de la Diputación? Pericàs marca el plazo de un año para la toma de decisiones, tiempo que, en su opinión, permite fraguar el proyecto del centro científico, pero, si todo sigue igual, si la UB no necesita ese espacio, “nos lo tendrán que devolver”. Un año más, y serán 34 con las puertas cerradas.

Mundet, un museo desconocido

El arquitecto Manel Baldrich Tibau (1911-1966) transformó la topografía hostil de la ladera de Collserola en Horta en una obra maestra de urbanismo y arquitectura y dominó ese territorio con terrazas horizontales, de forma que ni uno solo de los edificios construidos se asentaron sobre la superficie original. Baldrich no utilizó materiales suntuosos, pero sí perdurables, diseñó parte del mobiliario, incorporó pintura, escultura y dio visibilidad a artistas poco menos que desconocidos en aquella época de rígido oscurantismo franquista. El recinto de Mundet tiene un recorrido museístico que incluye obras de Eudald Serra, Josep M. Subirachs, murales de Josep Guinovart, Joaquim Datsira, Marc Aleu, Will Faber y Josep Montpou y obras de Miquel Ferrer, Pere Pruna, Enric Planasdurà, Joan Rebull… Francisco Franco y el marqués de Castell Florite, presidente de la Diputación, presidieron la inauguración de Hogares Mundet el 14 de octubre de 1957 en el teatro del recinto, ese edificio hoy ignorado y de futuro incierto.

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